Como ya mostramos en una publicación anterior, las metodologías de características ágiles son especialmente efectivas para entornos que experimentan cambios constantes en requisitos. En la gestión de proyectos, se destacan dos enfoques predominantes para abordar dichos desafíos, con el fin de alinear la ejecución con las necesidades reales del cliente.
• Ágil Basado en Iteración
Las iteraciones se definen como períodos de tiempo preestablecidos de igual duración, y el equipo trabaja en estas iteraciones con el objetivo de entregar características completadas. Priorizando la característica de mayor valor para el cliente, el equipo colabora para concretarla antes de avanzar a la siguiente en la lista de prioridades.
Esto no es rígido ni estricto, pudiendo el equipo decidir trabajar sobre más de una característica a la vez, pero el equipo no aborda de una vez todo el trabajo necesario para la iteración, es decir, no aborda todos los requisitos, seguidos por todos los análisis, etc.
• Ágil Basado en Flujo
En esta modalidad, el equipo no se orienta a un cronograma basado en iteraciones sino que determina el trabajo a atacar dependiendo de su capacidad para iniciar el trabajo. A través de un tablero visual (similar al Kanban), se establece y gestiona un flujo de trabajo, limitando la cantidad de tareas en progreso en cada columna.
La diferencia con el modo anterior es que terminar cada función toma una cantidad de tiempo diferente. Al mantener un control sobre la cantidad de trabajo en curso, es posible identificar y abordar incidentes tempranamente, minimizando el retrabajo. Sin iteraciones para definir puntos de planificación y revisión, el equipo y los interesados del negocio determinan el cronograma más apropiado para la planificación, las revisiones de productos y las retrospectivas.